La situación pandémica actual que ha golpeado al mundo, apareció de forma disruptiva pero anunciada. Otras epidemias la habían precedido, con lo que esta hubiera podido preverse y, sin embargo, ha sido evidente que ni gobernantes ni ciudadanos estábamos preparados para afrontarla. Como ya sabemos, en un afán por contener la propagación, los gobiernos han tomado medidas de protección autoritarias que han restringido nuestra vida al interior de nuestra casa.

 

El confinamiento ha resultado una obligación que por sí sola no conduce a un análisis, ni tampoco exige manifestar algún pensamiento crítico o nuevo para su cumplimiento y, sin embargo, al ubicarnos inamoviblemente en el lugar que habitamos, nos confronta con este espacio físico y simbólico donde interaccionan los elementos subjetivos, estéticos y sociales que moldean nuestra identidad. 

 

Habitando exclusivamente este espacio identitario, nos vemos a nosotras mismas en la multiplicidad de interacciones entre nuestra subjetividad y el universo material que allí existe. A muchos de nosotros, esta obligada mirada autoreflexiva nos ha valido la búsqueda de nuevas performatividades que nos permitan urdir estrategias a favor y a pesar de nosotros mismos para, en principio sobrellevar los días, pero con el objetivo adaptarnos a la coyuntura, a la que ahora vemos como una nueva normalidad.

 

Estas narrativas del espacio privado que se configuran en la relación simbiótica entre la subjetividad y la materialidad del hogar, son particulares en su naturaleza subjetiva pero son transversales en la medida en que el conjunto objetual de la casa se puede enmarcar social y culturalmente. Tampoco carecen de importancia histórica porque a través de las performatividades del interior y sus relatos de lo micro y lo cotidiano se teje la experiencia colectiva de un país y de buena parte del mundo. 

 

Documentar la experiencia en el espacio identitario del hogar a través de la fotografía es como menos pertinente por tratarse de un medio democratizado que además otorga cierta autonomía a quien lo usa. Podemos estar seguros además de que más allá de las intenciones comunicativas de la fotógrafa, experta o no, el momento congelado en la imagen fotográfica ineludiblemente corresponderá a su entorno social, a su tiempo y a la sensibilidad de quien hace la captura. 

 

Alejandra Tashko